Hace unos días, Ambar Restaurante abrió su nueva barra Jack Daniel's. Agradezco la invitación y aplaudo los constantes eventos que realizan con el fin de promover interesantes conceptos en la ciudad. No voy a presumir, de whisky no sé nada, excepto que es el ingrediente principal del Manhattan, trago que a veces y en ocasiones especiales bebo con agrado.
Les cuento: al llegar me ofrecen algo para beber. Obvio, un Jack Daniel's. ¿Con bebida? Por supuesto que no. Raro fue que los invitados consumieran ron, tragos, energéticas y cervezas, mientras la promotora del destilado anfitrión no se movía de la barra y los pocos consumidores de whisky, lo mezclaran con gaseosas (¿no era eso pecado?). Bastantes fumadores también, considerando que al menos yo, cuando degusto cuido el paladar y nariz.
Mi vaso “semi corto”, con dos grandes hielos, resultó aromático y agradable, aunque demasiado fuerte para mí. Yo quería aprender de whisky, pero a la hora y media no había bienvenida ni acercamiento al tema...para peor, mi experta amiga no llegaba.
Todo lo anterior y en la soledad de mi sillón, me llevó a reflexionar y recordar que pocos días antes había estado en una cata de Hacienda Araucano, donde tampoco conocía a los asistentes. Declaro que definitivamente el vino une, genera instancias de conversación, estrecha lazos y nos coloca en un estado de ánimo especial. Con este licor, nada de eso sucedió.
Matizo mis aventuras con Dioniso a experiencias del día a día, por lo que espero que todas estas instancias sigan dándose, ojalá con algo de instrucción. Que me gusten o logre entablar conversaciones amenas, es personal, pues como alguien dijo por ahí, he de ser yo una persona de relaciones complicadas. Salud-os.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario